Tantos colores lleva el alma
Y desteñidos fluorescentes raciocinios
Incrustados en sensaciones motivadas
De acuerdo a cada emboscada de la existencia misma
Aquella que permite el respiro
Del vago aliento en alimento de la vida
La suya, la mía, la de otros, sumada en potencia
De amarguras y dulzuras que entremezclan sin sabores
Deleitando lo humano, lo fémina, lo viril
Mariposas enfundadas en el perfume de cualquier carmín
Van y vienen abriendo ojos lánguidos y perplejos
Atónitos de realidades y espejismos
Colores y suertes echadas, abandonadas y refugiadas
En rocas blandas apartadas de la tierra
Rodeadas de una árida costumbre
Esa costumbre de no esperar la muerte
Blanca Helena Soler