4/2/09

DE MI AMIGO! FIDEL DARIO MARTINEZ...


YA NI MALDITO



Quisiera entender

Porqué de un tiempo acá, las calles que caminaba hacia el triunfo de su final ya no me dejan acabarlas y azarosamente me exigen regresar a la esquina que torpe e impúdicamente siempre cruzo cuando el día ya se ha hecho tarde y los que van a prisa ya han perdido la fe.

Porqué de un tiempo acá aguanto la respiración hasta mucho y aprisiono el aire en las celdas excitadas por el nunca más y retengo el aliento mientras el instante no termina espectando un albor oscuro que al llegar me despide y me devuelve a la sustancia.

Ya no caigo con el azul cielo, con la nube, con la lluvia con el agua en caos. Ni recaigo después con los castigos, las bendiciones, los milagros, los mandamientos... la parusía… cuando ayer mismo prefería levantarme con el no sonido, con la ausencia de arena de reloj, con la permanente nostalgia del mismo momento que acaba de caer sin la certeza de que nada interesa y con la indelicadeza que produce la pereza de ni siquiera negar a Dios.

El canto de la famosa ave del famoso crepúsculo ya no me trina la famosa oda hilada para el famoso romance de mi destino; ni me produce tampoco el famoso prurito existencial de la rutina, ni la famosa putridez de mis entrañas maldiciendo lo bello y Maldiciendo la vida.

El velo de lo profano ya no es tan impenetrable y puedo sustraerme en el tabernáculo que aloja los secretos de los amantes, frente a mis ojos, que se hacen impertérritos, inconmovibles ante la humanidad invariable, odiosamente inamovible que veo estrangulándose en el sexo que nunca fue la bitácora perfecta para la redención, ni el amor tampoco la brújula que alguna vez mostró el norte. Mas también, la lejanía no es mi congoja ni mi vacío, ni en ella he omitido la libertad de lo que viene, ni ella será el fracaso de la búsqueda de lo esperado al penetrar en el santuario de la soledad.

Porqué de un tiempo acá ya no tomo partido, ya no soy el cartucho disparado de la execración, ni el brote del color que se pinta. Ni la honda que gira pronta a escribir el anatema homicida en frente vencida, ni el lienzo hecho prosa descubriendo que hay más allá del horizonte.
Es que ya no soy el pendenciero tratando de liquidar lo divino ni el cándido impostor que erige la atalaya de la esperanza.
Ya no pertenezco a la quilla del barco Titanic de las altas mareas y ni siquiera al leve aleteo de la cigarra encendida por el galanteo incesante de un minuto de luz.
Es que ya ni maldito ni bendito: es que ya ni maldigo ni bendigo; por fin solo transito por entre la prestada y ajena intimidad de morir o tal vez no hacerlo.



FIDEL DARIO MARTINEZ

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